Ayer estuvimos Empar (la presi), Rafa (de Crea360) y yo mismo en una mesa redonda sobre ‘Territorio como factor de competitividad económica’ dentro del ciclo de la escuela de verano de la UV. Resulta curioso que ninguno de los ponentes se refiriera al territorio en sí mismo sino que se quedaron en el territorio como un mero recurso que hay que dotar de las mejores infraestructuras para poder ser competitivo. Esto creo que es un error, ya que mejores infraestructuras siempre habrá alguien que las tenga (mejores carreteras que tu, mejores conexiones de red que tu, mejores universidades que tu) mientras que otros valores que marcan nuestra idiosincrasia debido a ser de donde somos y como somos (nuestros valores, la cercanía, la calidad de vida) no lo pueden tener ellos.
Podríamos debatir donde están los límites al crecimiento y a la creación de infraestructuras que nos permitan seguir siendo diferentes y mantener un alto grado de crecimiento (lo que ya es discutible en si mismo), pero eso implica definir muy bien donde queremos estar en un futuro. Mantener nuestra calidad de vida, nuestras costumbres y un territorio saludable frente a la despersonalización que suele implicar la vida en las ciudades, junto con la falta de calidad de vida puede ser el elemento clave para convertir a nuestras comarcas en un foco de atracción, no ya de las industrias sino del talento que no necesita esas macroinfraestructuras y que busca calidad de vida y valores para desarrollarse como persona.
En un futuro en el que estos valores que nos diferencian en el mundo rural van a ser cada día más importantes tenemos que empezar a creérnoslo y no querer parecernos a las ciudades sino defender nuestras raíces y nuestra forma de vida.